Familia venezolana pone el tricolor en alto con sabores criollos en Seattle

La comida criolla, de exquisito sabor y aromas inolvidables, siempre será sinónimo de hogar y recuerdos de gratos momentos. Es así como una familia en Seattle mezcló su amor por Venezuela y el anhelo de construir un futuro mejor en una irresistible propuesta gastronómica bajo el nombre de “Paparepas”. En esta larga trayectoria que desafió los límites de lo desconocido, emprendieron una travesía que los llevó a reinventarse en suelo estadounidense y conquistar paladares en la ciudad esmeralda.



El punto de partida fue difícil, pero se convirtió en un proyecto novedoso después de lograr la doble apertura de sus foods trucks y restaurantes. Los ingredientes y la dedicada planificación de los originarios de San Cristóbal se fundieron para crear auténticos platos característicos donde nunca faltan las arepas, las empanadas ni el pabellón. Grecia Carrero, una de sus admirables fundadoras, contó con humildad y orgullo el esfuerzo detrás de este negocio que no demora en crecer como franquicia.

Inicialmente, contemplaron la idea de abrir un restaurante, pero los recursos eran escasos en aquel entonces, así que optaron por poner en marcha su primer food truck. Sin embargo, la migración y el emprendimiento en un país extranjero presentaron desafíos monumentales para los venezolanos.



“La experiencia es muy dura, podría describir nuestra odisea. Dejamos Venezuela en 2001 buscando mejores oportunidades para nuestros hijos. Fue como si nos hubiesen lanzado en un paracaídas a un mundo del cual no sabíamos nada, ni amigos ni familia. Fue muy difícil dejarlo todo, pero para nosotros no había la posibilidad de volver atrás. No era por nosotros, era por nuestra familia”, dijo.

Recordó que desde su llegada a Estados Unidos hace 23 años les tocó enfrentar grandes sacrificios. A pesar de las dificultades, afirmó que la determinación de forjar un futuro mejor para su familia los mantuvo firmes en su camino.

”Hubo épocas muy duras, de mucha carencia, pero Dios es muy grande y muchas personas generosas nos ayudaron a superar esa crisis. Nuestra actitud siempre ha sido de hacer lo que tenemos que hacer cuando hay que hacerlo”.

Ese amargo proceso de “volver a empezar” que atravesaron, en medio de la falta de conocimientos y técnicas necesarias para sacar a flote el proyecto culinario, prolongó las horas de trabajo y duplicó el esfuerzo de todos. Aunque el costo de la planificación fue alto, el afecto y entusiasmo los fortaleció para crear exquisitas recetas. “La unión familiar y Dios nos ha llevado a recorrer el camino”, aseguró.



Deleitarse con su menú es simplemente un viaje de sabores, y por ello Paparepas ha cautivado los sentidos de los comensales en Seattle. Desde las tradicionales arepas hasta las tentadoras empanadas y el emblemático pabellón criollo, cada bocado es un pasaje con destino a Venezuela. Pero no se detiene ahí; con el tiempo, añadieron otras delicias como la yuca frita, los tostones y los irresistibles tequeños.

No obstante, el secreto del éxito de Paparepas, es su producto estrella: la arepa. “Las personas aman el sabor y las virtudes que tiene”, declaró Grecia. Pero más allá de la calidad de los platillos, es el compromiso con la autenticidad lo que marca la diferencia.

Adaptarse nunca fue fácil.“Ha sido un camino largo y costoso”, explicó Grecia, pues en un entorno donde predominaba la influencia de la comida mexicana y la presencia latina era limitada, introducir el concepto de su negocio tomó tiempo, determinación y tenacidad. “Dios nos ha dado fuerzas para persistir”, mencionó. 

La fidelidad a la comida criolla es prioridad para Paparepas. Aunque recibieron sugerencias y enseñanzas de sus clientes locales, ampliaron el horizonte gastronómico con nuevas formas de disfrutar las arepas, nunca cedieron en su esencia. 

“Los clientes nos han enseñado cómo comer arepa, que la arepa va más allá de carne mechada y queso, nos han mostrado que la podemos comer con todo y que la hay para todos los gustos y razas. Nosotros hemos ofrecido un producto y el cliente nos ha enseñado las variaciones (…) Nuestra comida representa los sabores típicos de nuestra infancia”, aseguró.

Grecia describió que el entusiasmo ha sido clave para el crecimiento de Paparepas. La humildad es evidente al compartir que, pese a que su esposo y ella aún se sienten como un “niño de 6 años” en el mundo empresarial, su enfoque centrado en la alegría y el compromiso con sus clientes y equipo de trabajo ha marcado la diferencia. 
“No lo vemos como un trabajo, nos divertimos y hacemos que la aventura de cada día valga la pena”, afirmó.

El mayor reconocimiento para Grecia y su esposo Juan, va más allá de las cifras de ventas o premios. Es el orgullo que sienten después de saber que sus hijos miran con admiración su labor. 
“Estamos acá no solo para sembrar bases sólidas en ellos sino también para ayudar a nuevos migrantes que necesiten asesoramiento o el abrazo de un padre y una madre en estas tierras lejanas. Le agradezco a Dios esta oportunidad que nos da para poder compartir lo que un día Venezuela y nuestra familia nos dio: educación y amor por el prójimo”, reflexionó.

La visión de Grecia se proyecta hacia el horizonte junto a la esperanza de crecer más y llegar a muchas personas con la posibilidad de volverse franquicia. 

Llevar en alto el tricolor a través de Paparepas es, para esta criolla audaz, un honor y un desafío. Confesó que, a pesar del tiempo transcurrido desde su partida, aún siente una mezcla de emociones al recordar su tierra natal. 

“Representamos al pueblo Venezolano, a todas las personas que aunque lo tenían todo tuvieron que tomar la decisión de partir buscando un mejor futuro y mejores oportunidades para su familia”, manifestó.

Fuente La Patilla

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