Siguiendo la tradición de su familia materna española, Otma Oliveros comenzó hace unos años a elaborar de la forma en que lo hacían sus ancestros, los vinos que consumiría en su hogar en las fechas especiales y para hacer obsequios a sus amistades y allegados.
Se ha dado a conocer a través de las ferias

Oliveros cuenta que para el primer vino que hizo, utilizó pesgua, una especie de uva con una semilla que mancha, que crece de manera silvestre en la zona y resultó “exquisito”. Poco tiempo pasó para que se corriera la voz entre su entorno, para que comenzaran a pedirle el producto y es cuando piensa en este hobbie como un negocio.

Y es en el año 2007 cuando el vinicultor barcelonés inicia su emprendimiento en Los Altos de Santa Fe, en un espacio en el que se le ofrecía al visitante toda una experiencia al conocer el proceso de la elaboración de vinos, pero la situación con el turismo en la zona se puso dura y en 2015 debió vender el sitio y mudarse a la capital de Anzoátegui, en donde instaló el taller de fabricación y bodega en donde trabaja en la actualidad.
Ahora tiene el taller en Barcelona
Pero lejos de desmayar @oliverosotma siguió investigando y preparándose para ofrecer novedades a sus clientes, llevándolo a que hoy en día cuenta con 50 sabores diferentes de Oliveros Licores y Vinos Artesanales entre los que se incluyen: fresas, durazno, níspero, zanahorias, flor de jamaica, el favorito de los orientales el de parchita, jengibre, entre otros. “Actualmente estamos haciendo las pruebas para hacer vino de nabos”, adelanta Oliveros.
En estos 14 años ya Oliveros Licores posee las marcas Maktub y Olyva standart, envejecido y espumante, en presentaciones de 350 y 700 ml, de litro y en botella verde con corcho. “Este año hemos lanzado el galón de cuatro litros, ideal para celebraciones, pues resulta más económico.”
Tienen varias presentaciones
Este emprendedor comenta que gracias a las ferias organizadas por diferentes instituciones que le han servido de vitrina y “el boca en boca,” ha dado a conocer su producto que vende desde su casa y tan buena ha sido la receptividad que dejó en pausa su ejercicio como abogado, para dedicarse a tiempo completo a su pasión. “Los clientes llegan a mi casa y hasta a las iglesias le vendemos el vino que usan para las eucaristías”.

Oliveros afirma que aun cuando tiene la posibilidad de irse a otras tierras, él sigue creyendo en el país en el que están sus raíces: “Si salgo de Venezuela es para hacer turismo, como lo hice en otro momento”.
Mientras, este vinicultor sigue adelante con su negocio, experimentando con diversidad frutas para sumar sabores a su carta, llenándose de paciencia y emoción cuando transcurren los cuatro meses del proceso de fermentación para el momento de la cata, que le dirá si ese será otro éxito para la casa Oliveros Licores y Vinos Artesanales.